Han pasado tantos días que no sé dónde estoy. Dime. ¿Dónde coño estoy?
Hoy es mucho más difícil. No sé. Todo. Nada. Si pudieras al menos.
Si pudiera al menos saber por qué. ¿Por qué tú no sabes el por qué? Todo no puedo saberlo yo. Todo no puede estar en mi cabeza mientras la tuya se dedica a idear el piropo más bonito para que alguna cualquiera acabe en tu cama.
O tal vez una cualquiera era yo. Quién sabe. A estas alturas de la película. O del drama. Todo esto va mucho más allá de sentirse únicamente única.
Tener tu respiración en mi cuello, no era único.
Follar en la cocina, no era único.
Tener para desayunar trescientos cincuenta y tres besos, no era único.
Cocinar para mi mi plato favorito, no era único.
Tener las manos frías para calentarte a ti, no era único.
Besarte cuando llegabas de clase, no era único.
Coleccionar fotos mías para echarme de más, no era único.
Ser la única, no era único.
Pero espera, ¿qué hago pidiéndote cuentas cuando ni siquiera sabes que existo? Bueno, no esperes. Nunca lo has hecho. Se te da mal.
Igual que querer. Igual que quererme. Igual que quererme cuando más lo necesito. Ahora. Supongo. Aunque suponer ahora es como creer en Dios. Mucha palabra. ¿Para qué? Para nada.
Y esa nada me pertenece a mi. Despertarte siendo menos que eso, y aún así seguir. Sin saber dónde, ni por qué. No encuentro quien me dé respuestas. De las de verdad, las que duelen. Has desaparecido. Y lo que quedaba de mi, contigo. De mi con-ti-go.
Gracias por hacerlo. Supongo. ¿Qué cojones hago dándote las gracias por algo? Muchas 'de nadas' por todos mis todos.