Ya no vamos a cruzar las tres calles que nos llevaban al cielo. Ni a subir las seis escaleras en las que te veía cambiarte. A día de hoy aún no entiendo por qué lo seguías haciendo. No vamos a ver tu 13 o mi 26. Sonará ese 2ºB, pero ya no seré yo. Aunque eso creo que para ti es lo de menos, mientras suene. En los cuatro tramos de escaleras ya no gastaremos los diez minutos nuestros reglamentarios, mientras que con normalidad se tardaba un minuto en subir. Ni las noches locas acabarán bien, de hecho, hace tiempo que ni acaban. No se volverán a encender las velas, ni las películas se quedarán con las ganas. Ya no me perderás pendientes, ya no te morderé el moflete, ya no existirá Pablito. No habrá tardes en el colchón, ni noches en cualquier calle. No existirán sorpresas, no se parará el tiempo para nosotros. Ya no existirá un nosotros. Las canciones dejarán de tener sentido, las promesas volverán a serlo porque ya no estarás. Se cumplirá lo que quiero, porque solo dependerá de mi. Ya volveré yo sola por las otras cuatro calles, no te querrás quedar un rato más. No te quieres quedar. No esperarás diez minutos en la puerta sumados a los diez anteriores a nuestra hora de quedar, porque antes esperabas. Ya ha habido primera, segunda, tercera y si me apuras cuarta parte, pero sin problema, han servido todas para lo mismo. Yo paraba. Tú seguías. Pero tampoco habrá lágrimas en tu colchón, ni sonrisas fuera de él. Monotonía. No hay ilusiones, porque las has matado una a una. Empezaste como ninguno, acabaste como todos. Nadie, excepto tú, lo has sabido todo. Éramos las putas más grandes en la cama y los perros más fieles en la calle. Pero el perro tiene más cualidades que la de ser fiel, no sé por qué las descubriste tú solo. No habrá buenos días ni me harás las noches buenas. Ya no te tienes que esforzar, lo has ganado todo, yo me doy por vencida.
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